Porque la sangre azul también llora, ríe y... baila, aquí viene nuestro aristocrático vehículo -el Rolls- para llevarles a todos ustedes por la vereda de los jardines geométricos franceses, los cotos de caza del zorro ingleses, o los secotes latifundios manchegos. Ahí vamos.
Les explico: en la entrada anterior, y a la búsqueda del vídeo bitel que mejor expresara con imágenes el tema de la entrada, me topé con el vídeo de la actuación que los chicos dieron en el Royal Variety Show (abril del '63 en el London Palladium). Aquella actuación fue mítica, porque entre los asistentes se encontraba nada menos que la gran, la única, la irrepetible Elizabeth II, rrreina de Inglaterrrrra. (Así fue, amigos, tengan en cuenta que, unos meses antes, los chicos estaban tocando en Hamburgo delante de marineros y prostitutas). Bitélmanos recalcitrantes y no tan recalcitrantes, permítanme contar la siguiente anécdota tópica, que no por manida es menos interesante.
La gracieta
El momentazo prometido por Lennon entre bambalinas del London Palladium y antes del concierto se hace realidad durante la presentación de la última canción, el twist and shout. Mr. Epstein, manager de los chicos, le había implorado que no lo hiciera, pero como Lennon se la pelaba -y disculpen la expresión- el mundo en general y su manager en particular, pues hizo lo que le hacía siempre: lo que le apetecía. Bien, escuchen en su propia voz la introducción. Observen con atención el saludo que le devuelve la reina. Luego nos entretendremos con esto.
(El chico pide que la gente en los asientos más baratos den palmas, y que el resto hagan sonar sus joyas. Les aseguro que en el contexto de la época, el comentario es tan punki como un escupitajo de Sid Vicious. Aún con todo los chicos caían bien, esos trajes impecables supongo que ayudaban.)
Bien, ¿¿han observado a su graciosa monstruosa majestad, la pompa, el boato, esssa corona, el saludo??
Reconozco que la aristocracia inglesa, ya no sólo la top de la top como es este caso, toda su aristocracia siempre me ha fascinado. Es un planeta aparte, una vida exterior (o interior) poblada de árboles y verdes praderas, polo y caballos, mayordomos y secretos, en fin, un mundo obsceno, excesivo, poderoso... y dueño de un imperio. Hasta ayer mismo.
Precisamente, al mismo tiempo que me topaba con este vídeo la pasada semana, Félix de Azúa publicaba una entrada sobre este tema -la aristocracia inglesa- titulado 'El crepúsculo de una casta'. En él habla sobre los diarios de un tal James Lees-Milne -industrial ricachón inglés- que vivió de cerca el auge y caída de la aristocracia inglesa a lo largo del siglo XX. Estos diaros son un best seller en el Reino Unido.
Hay lío sucio: allá que vamos
Aquí les coloco un extracto de la entrada de Azúa (denme el gustazo de colocar un blog dentro de otro blog al modo de 'Origen'. La vi la semana pasada y aún estoy dándole vueltas a la furgoneta en caída libre- ¿por qué no lleva la pegatina de la ITV en el parabrisas?- En fin, que me disperso. Sigamos)
Lo sugestivo de estos diarios son, claro está, no tanto las abundantísimas anécdotas y chismes (a veces macabros, casi siempre sexuales), cuanto la imagen general de un espeso bosque que va quedando sin hojas, luego sin ramas y finalmente sólo con el tronco quemado por los rayos, el sol, la lluvia, los parásitos y el viento. Es el bosque de la upper-upper class británica, talada en veinte años y reducida a un cementerio de madera podrida. Lo que los franceses lograron en un solo año con la ayuda de la guillotina hubo de hacerlo mucho más lentamente Gran Bretaña con la ayuda del alcohol, el sexo, la ruina económica, las drogas, la desesperación, los gobiernos socialistas, la debilidad mental y la esterilidad. (Den 'patada' para leer esta entrada)
Y yo añadiría, a modo de Steve Buschemi en el gran Lebowsky: ¡Y los BITELS!
Sí, amigos, los bitels también contribuyeron a terminar con la aristocracia british. El comienzo del fin es el choque de trenes entre los melenudos y la realeza que muestra el vídeo que acaban de ver. 'Ustedes muevan sus joyas que nosotros ya movemos los flequillos'.
Ahora yo exclamo a contraluz: malditos sean, malditos sean los chicos por privarnos de un mar de céspedes que ahora tiene que cuidar el gobierno británico con gran esfuerzo de su contribuyentes.
¿Dónde quedó Winston Churchill?
Maldita sea, que lo saquen de su tumba, que el país vire hacia la dirección correcta.
¡Vidas descarriaaaadas!
- Creo que está enloqueciendo, dr.Rolls.
- Llámeme reverendo Royce, por favor.
- Creo que está enloqueciendo, reverendo Royce.
- Puede ser. Continuemos.
Los restos
Por cierto, la durísima e inquietante foto que ilustra la entrada representa a la aristocracia monegasca bailando a la Iguana y sus Stooges -o lo que queda de ellos- y a los ZZtop en plena fiesta veraniega del Principado. No pretendía herir la sensibilidad de nadie. Simplemente quería que vieran cómo baila la aristocracia europea actual.
Ahora, la pregunta es: ¿qué quedó del rocanrol?
En este orden de cosas y, como ni ustedes y yo vamos a leer los tropecientos tomos ni las miles de páginas del diario de James Lees-Milne, les recomiendo que lean si aún no lo han hecho, (y no me vale haber visto la peli), la novela 'Los restos del día', de Kazuo Ishiguro, editorial Anagrama-compactos. Les aseguro que se les van a saltar las lágrimas. Es un consejo de... ellll doctorrrr Rrrrolls!
Saludos y buen día.
Fin de temporada
Hace 1 año
1 comentario:
'Los restos del día', gran libro.
Reverendo Royce, un anónimo a sus pies.
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