Permitan me ponga argentino: hace tiempo que quería escribir sobre este tema. Y no hablo del extrañamiento como hecho de extrañar algo o a alguien. Aquí no hay morriña que valga ni gallego al acecho. Aquí voy a hablar de lo que el diccionario de la real academia llama acción y efecto de extrañarse por algo, hablando en plata, me refiero al ‘¿pero qué coño...?’ (en adelante ‘¿PQC....?’) que uno farfulla cuando se topa con una manifestación artística que le deja perplejo. Concretemos.
Cuando hablo de extrañamiento me estoy refiriendo a la razón por la que ‘las señoritas de Aviñón’ estuvieron arrumbadas de cara a la pared en el estudio de Pablo Picasso durante años. Y no es que las mozas estuvieran en bolas –escándalo-. Más bien me inclino a pensar que fue la sensación de extrañeza que produjo el 'cubismo' de sus redondeadas formas lo que las mantuvo escondidas hasta nueva orden, años después.
Es el mismo extrañamiento que produjo el estreno de 'La consagración de la primavera' de Stravinsky, en la recatadita capital del imperio austrohúngaro a principios de siglo veinte. Curiosamente, en este caso único, las iniciales disonancias que hacían retorcerse al público en sus asientos tuvieron final feliz en forma de ovación y aplausos al terminar el concierto de estreno (con ballet de Diaghilev incluido, ojito que los bailarines no colocaban los pies a la manera ‘clásica’, ¡¡escándalo!! PQC...?) ¿Acaso el público maduró su postura durante las horas de representación hipnotizado por los acordes del ruso? Misterios de la humanidad. Las señoritas de Aviñón no tuvieron la misma suerte.
No sé si les va quedando claro el concepto (conceto, si prefieren). Todos hemos tenido alguno de esos momentos místicos de extrañamiento –no sin encabronamiento inicial- y, por mi experiencia, ante el desafío suelen darse dos reacciones opuestas:
- bien curiosidad
- bien rechaaaaazo (descarto la indiferencia y el NS/NC, o los incluyo en este apartado)
Veamos
La curiosidad es lo que te hace avanzar hacia la siguiente pantalla. Después del ¿P.Q.C....? inicial, uno se calma y decide ‘investigar’, dar una segunda oportunidad a la propuesta ‘extrañante’. Muchas veces se le coge gustito, se aprende a apreciar, te mola (el famoso, ‘se hace el oído...’). Otras veces concluyes con que el objeto extrañante es una estafa, o bien consideras que no es próximo a tu sensibilidad. Vale, al menos le has dado una oportunidad, eres un tipo valiente y arriesgado. Por eso, el caso de la consagración de la primavera es raro raro... la pócima extraña de los acordes de Stravinsky hipnotizó al público con su propuesta a priori ‘extrañante’. Picasso se lo curró poco a poco y lo consiguió. Bien lo resume la famosa anécdota sobre el retrato de Gertrude Stein cuando ésta le insinuó: ‘no me parezco en nada’, y el pintor le respondió: ‘no se preocupe, ya se parecerá’. Pues eso.
El rechazo ante ‘lo extraño’, sin embargo, suele ser más común. Es jodido que te remuevan de tu poltrona, te den la vuelta a la cabeza como a la niña del exorcista y te planten en la cara un ‘algo’ que abre regiones del cerebro inexploradas. Buf, qué fastidio. Por eso no se consideren bichos raros si ustedes son a priori reaccionarios. Es normal: las cosas son como tienen que ser, como toda la vida, como se ha hecho siempre, como a usted se lo enseñaron. A pesar de todo y de forma milagrosa, el mundo sigue girando, e incluso... ¡evoluciona!
Anécdota al hilo
Hace unos cuantos años, y a raíz de la polémica ampliación del museo del Prado, se montó un debate en Telemarid. A un lado del ring estaba el catedrático de
Y lo puedo entender: el siglo XX ha sido un siglo jodido, plagado de jardincillos extraños, algunos difíciles de desentrañar, sobretodo en el campo de la música. Pero, por otro lado, no me digan que las vanguardias de principios del XX no tienen un rollo divertido y burlesco, primitivo y juguetón donde engancharse (Hablo de ‘La edad de oro’ de Buñuel, de los juegos de Duchamp, del circo de Calder, de los poemas de Eluard...). También es cierto que al día de hoy estamos demasiado resabiados: nos sorprenden pocas cosas. Ante el aluvión de estímulos estamos semianestesiados. El siglo que recién terminó nos ha agotado de alguna manera. No se me apuren: siempre nos quedarán los grandes momentos de Muchachada Nuí ('Conejo' es de lo más ‘extrañante’ que he visto en el último año), los experimentos de Ferran Adriá, o los chochos de Barceló.
Se preguntarán
‘¿PQC tiene todo esto que ver con los bitels?’
La idea de esta entrada me surgió pensando en la primera vez que escuché el crescendo de la orquesta en ‘A day in the life’. Recuerdo mi extrañamiento, yo, acostumbrado a las canciones yeyés de los chicos, sentado en mi habitación con los auriculares, a medianoche, el sargento pimienta sobre el plato. Por un momento pensé que el disco estaba rayado o que estaba siendo poseído por satánnn. Cuando la orquesta se relajó recuperé el resuello. El momento se me quedó grabado en la trompa de Eustaquio (bueno, no, en el cerebro).
Recientemente he leído un libro que habla de ese momentazo y de otros muchos millones de momentazos de la música en el siglo XX. Se titula ‘El ruido eterno, escuchar al siglo XX a través de su música’ (Seix Barral) y lo escribe de forma amena y divertente -como buen americano- el crítico musical Alex Ross. No se atoren si no son expertos en clásica, este señor se lo pone fácil, cuenta grandes anécdotas y hasta yo mismo he recorrido sus páginas con avidez de principiante. Se habla de los bitels y se habla de Stravinsky y de Schoenberg de Strauss y de Cage y de Reich y de
(Lo reconozco: una vez más he pecado de pretencioso. Esta entrada no vale ni como introducción. El tema de ‘el extrañamiento’ daría para una o varias tesis doctorales apasionantes. Lo sé. Pero no puedo resistirme a condensar grandes temas de la humanidad en espacios ridículos, ¿será por mi deformación profesional de compositor de canciones de tres minutos...?
6 comentarios:
Perdonen por la intrusión de este hereje en su santuario, pero los posts pedantes me llaman, como la miel a las moscas.
¿Es posible interesarse por algo sin haberse extrañado primero? Noooooo.
¿Es posible que los que se oponen a nuevas manifestaciones artísticas vean peligrar su posición social privilegiada?
Síiiii.
Y para espantar definitivamente a sus lectores, sr Mate, le recuerdo que Aristóteles ya dijo lo mismo que usted. Dónde dice extrañamiento, él dijo asombro.
"El ruido eterno", maravilloso libro, a recomendar.
Qué cabrón el Aristóteles, ¡se me ha adelantado!
Conejo, está usted en lo correcto, aceptamos asombro como animal de compañía. :)
Me acabo de enterar que el título original del libro es "The rest is noise". Parece que Alex Ross lo contrapone a una frase de Hamlet: "the rest is silence".
Qué horror de traductores, pordiosss!
calma calma.
entrevistaron al traductor en radio clásica y daba una buen ay larga explicación a las razones que le llevaron a 'interpretar' así el título en inglés.
por lo visto, la frase de hamlet: 'the rest is silence' ,digamos que es el 'en un lugar de la mancha...' de la literatura anglosajona, un guiño de alex ross que el mundo hispanoparlante no entendería. eso, y que la frase 'el resto es ruido' es demasiado cacofónica, llevaron al traductor a cambiar el título por algo más etéreo, pero relacionado con el original.
Y digo yo, que para asombroso, o extraño, en el repertorio Beatle ¿no gana por goleada Revolution 9?
¿O se pasa de evidente? Porque confieso que yo, la primera vez que lo oí me quedé a cuadros..
Tiene usted razón.
No he nombrado tal pieza sonora porque -más que the beatles- la mano, la sombra y el bigote de yoko ono están detrás de ella...
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