No es la fórmula del condensador de fluzo ni la contraoferta a la teoría de la relatividad. No. Este binomio que yo mismo he ideado sintetiza de manera subjetiva y a título personal el siglo XX del Reino Unido, esto es: Winston Churchill + The Beatles. Vale, sí, la elección de iconos que representan al gran (ex) imperio anglosajón es reduccionista, subjetivo, falsario, idealista, minimalista y todos las listas que se les ocurran. Y mira que lo siento por Isabel, por su reina madre, por el gin tonic, por Aston Martin, por lady doDi y por Margaret –la dama de
yerro-. Las cosas son así desde mi humilde punto de vista: ninguno de ellos explica tan milimétricamente lo ocurrido en ese país durante el último siglo como los dos elementos del binomio que propongo. Me explico.
Churchill, de ahora en adelante 'W'W es un friki, uno de esos inadaptados que sufren en el patio del cole; jamás traga el estricto y castrante sistema educativo aristocrático inglés. Así que se planta en la adolescencia con un historial académico y social bastante lamentable. Estamos en 1895 y W decide entrar en el ejército. Se coloca en el regimiento de húsares (cómo mola la palabra húsar), que era algo así como un regimiento de caballería para ‘snobs’, esto es, seres de clase alta sin título nobiliario y aristócratas extraviados. Los cinco años siguientes son bastante trepidantes. Es destinado a la India y allí, en los ratos muertos que son la mayoría, aprende a través de los libros lo que no ha aprendido los 18 años anteriores... y comienza a escribir. Pero, sobretodo, descubre su lado guerrero: a W le gusta luchar, guerrear, pelear, es feliz en el campo de batalla, un tipo valiente capaz de liberar un tren apresado por el enemigo –esta vez en África-, ser detenido y posteriormente escapar de su encarcelamiento a través del desierto. Hazañas todas recogidas por los periódicos ingleses que ensalzan la figura de un jovencísimo Churchill cada vez más popular. Y sólo estamos al comienzo del siglo XX.
Tremendo personajeA su vuelta a Londres como héroe nacional, W ya tiene planificado entrar en el proceloso mundo de la política. Su padre ya había sido ministro de economía de manera fugaz unas décadas antes. W se prepara para entrar en el partido conservador. Y así es como comienzan los más de 50 años de vida política de este monstruo de una cabeza –señora cabeza-. W surfea en el parlamento como un verdadero australiano en Tarifa, vé llegar la ola… y no pierde el tiempo: se cambia de partido si es necesario. Sí, es un chaquetero por su propio interés. Vamos a ver, para que lo entendamos al menos aquí en las españas: es como si Manuel Fraga –glubs-, habiendo sido ministro con Franco en los años 60, se hubiera cambiado al partido socialista para las elecciones del 82 y luego de nuevo al partido popular en el 96, y aún hoy fuese candidato por este partido para las siguientes elecciones. (Queridos historiadores, disculpen que haya dejado los matices para mis producciones musicales, sí, la comparación es extrema, pero reconozcan que de algo servirá a los lectores).
Momentazo WPero ya está bien de rollos patateros y lleguemos al quid de la cuestión. Estamos en el año 1940 y W es primer ministro. En los 40 años anteriores W ha sido parlamentario de a pie, ha ocupado varias carteras ministeriales, ha fundado periódicos, dimitido, acabado su carrera como político en al menos un par de ocasiones, ha pintado, ha escrito y mucho, ha construido con sus propias manos y pañuelo de cuatro nudos en la cabeza su propia casa, se ha casado con una mujer con la que será feliz y comerá perdiz toda su vida (sí, el guerrero es todo amor), ha renovado un sistema educativo del que se beneficiará Geoff Emerick (leer la entrada
'El señor de la izquierda'), ha querido declarar la guerra a Rusia en los años 20, etc. etc. etc. Vamos, que ha hecho de todo pero jamás de los jamases ha logrado su sueño: ser primer ministro. Y es en el 39 cuando se dan todas las circunstancias para que los ingleses confíen en el señor del puro. Las políticas de ‘
Apaciguamiento’ del anterior primer ministro –Chamberlain- fracasan (sí, desgraciadamente, así es: esas que hoy se llaman ‘de buenrollismo’, somos todos colegas, venga
Adolf, ¿hace un purito...?). Se declara la segunda guerra mundial y llega el momentazo W: el imperio británico se pone en manos del guerrero vocacional macarra a más no poder.
Que te pego, leches
W está un poco gordinflas, pero tanto como para comerse él solito el imperio... no sé. Él sabe lo que hay, que el ejército inglés está obsoleto, que no se ha renovado prácticamente desde la gran guerra y que el alemán es más grande, fuerte, poderoso y, lo más importante: es moderno. Durante todo el año 40, los alemanes bombardean las islas sin dificultad. Al principio se centran en las bases aéreas pero luego, oh error, se dirigen a las ciudades para minar la moral de la población. Mientras que todo esto ocurre, W mantiene el país en pie a base de frases ingeniosas y lapidarias que dan la vuelta al mundo. Para explicarlo mejor, imaginen dos adolescentes peleándose y uno de ellos está soltando golpes a diestra y siniestra mientras el que recibe responde todo chulo: ‘como te coja te mato... y tú más... que te voy a dar y verás’. Pues eso, a W le caen golpes por todas partes mientras responde con flema inglesa: ‘cuidao Adolf que la tenemos, que voy y te cojo del bigote, que luego lo vas a sentir...’, a sabiendas de que no había nada que rascar. De hecho, por un momento piensa lo inevitable: Roosevelt pactaría con Hitler el control sobre el Atlántico una vez invadidas las islas por los alemanes. UK está en bancarrota –y lo estaría por muchos años después de la guerra- y el imperio perdido cuando al fin los States deciden entrar en la contienda (ya en el ’41). Esa noche nuestro bonachón se emborracha al grito de ‘güi guón de güor!!’ (No pudo autoabrasarse con el inefable
we are the champions, afortunado él que no lo sufrió).
I’m bored of the UKLennon nace en octubre del año 40. No es casualidad que su nombre sea John Winston. Ese año de 1940, la población inglesa confía religiosamente en W, tanto como para llamar con su nombre a sus hijos. (Lennon cambió la W por la Ono años después, ah, inglés ingrato). Pero en el ’45 con la guerra ganada ya es otro cantar: los ingleses, pueblo pragmático donde los haya, deciden quitarse del medio al hombre guerrero y W pierde las elecciones. Pero no se vayan todavía, aún hay más, porque este señor regresa de nuevo en los ’50 como primer ministro hasta que su coco deja de carburar. Ah, y le dan el premio nobel por sus memorias, etc. W muere en el ’65, totalmente senil, parece que sus últimas palabras son: ‘¡es todo tannn aburrido...!’. Claro, seguro que el hombre no llegó a escuchar a los bitels. Probablemente le habrían horrorizado –no olvidemos que W era hombre del siglo XIX- o quizá no; un madrigal como ‘Yesterday’ es universal y atemporal, capaz de hacer saltar las lágrimas a un cortesano de la época isabelina y a un replicante más allá de Orión al mismo tiempo. Se lo digo yo.
Back in the USSR
Bueno, y aquí es donde por fin entran nuestros chicos... the Beatles!!! No se me duerman, no les voy a contar la historia reducida sobre ellos, que vaya brasa que les he dado hoy. Simplemente me gustaría hacerles notar la importancia de los 4F en la imagen proyectada por el Reino Unido en todo el mundo. Frivolidades y chicas gritando aparte, -no digo nada nuevo-, la explosión de los Beatles puso de nuevo en el mapa a varios niveles –económico, social, cultural- a un país maltrecho que había abdicado su poder en las dos grandes potencias, USA y la URSS. Muy a pesar de la Thatcher, y con el permiso de la industria automovilística británica, la industria musical derivada de todo el movimiento de los sesenta se ha convertido en uno de los buques insignia de la economía británica y la gran influencia cultural en todo el mundo. Así ha sido en los últimos 40 años hasta hoy. Por eso creo que merecen ser el segundo elemento del binomio que propongo. Además, me gusta el hecho de que los dos elementos sean tan contrapuestos -uno longevo, el otro explosivo, uno gordo, los otros flacos, uno uno, los otros cuatro, (pero todos monstruos por igual), uno ying, otro yang ...- pero ambos vitales, siempre vitales y apasionados. Sin Churchill no habría Beatles, y sin Beatles no habría UK tal como lo conocemos. Ahí queda eso. (Nótese que, para que no se peleen, he separado a los dos machos alfa –W y Lennon- en el montaje de la portada hard days night que me he currado, por cierto.)
Haffner
Vale sí, lo reconozco: no soy un experto en Churchill ni en economía británica, simplemente cayó en mis manos este verano una bio escrita por el alemán Sebastian Haffner, hombre sabio donde los haya, que me enganchó sobremanera tanto por sus reflexiones brillantes como por su capacidad para ir al meollo de la cuestión. Esta entrada no es sino un resumen procaz de este libro que les recomiendo. Está en la editorial Destino y lo pueden encontrar fácilmente en su librería o biblioteca amigas.
(Lo siento, no puedo evitar recomendarles otro libro titulado ‘Historia de un alemán’,–un clásico del mismo autor-, un diario personal de su vida de juventud en la Alemania de los años 1910, ‘20 y ‘30, imprescindible para comprender el porqué de las cosas. Haffner se exilió en Inglaterra en el ’39, viéndolas venir. Sobre lo que ocurriría después ya tenemos la tristemente increíble pero cierta trilogía de Primo Levi... Pero ésa es otra historia.)