Ah, una vez más me sumerjo frívolamente en un banal ejercicio reduccionista de grandes temas de la humanidad. Trataré de bucear en estas pocas líneas lo máximo posible, hasta donde el tímpano me aguante sin estallar y cuidándome de la presión. Vamos allá.
Entre el 6 de julio de 1957, -fecha en que un quinceañero sir paulito se encuentra por primera vez con un minilennon-, y junio de 1967, -fecha de publicación del sargento pimienta-, median diez años. En esos diez años, dos adolescentes enamorados de la música juvenil pasan de conocerse en una fiesta de parroquia de un suburbio de Liverpool (ver imagen) a dirigir cuarto y mitad de orquesta filarmónica de Londres para la grabación del sargento pimienta. Pero, ¿qué es la que lleva a un par de mocosos indocumentados y autodidactas a poner la alta cultura al servicio de la música popular?
Busco las razones y, para mi, las más importantes son... (redoble de tambores): LA PASIÓN y EL TALENTO.
Yes we canLa pasión es un motor imparable, capaz de convertir una disciplina militar férrea en un juego. Cuando minilennon escuchaba el single
twenty flight rock doscientas veces en su
pick-up, (hasta que el agujerito de la galleta se daba de sí), mientras se despellejaba las yemas de los dedos para sacar los acordes a oído con su guitarra (pues no era fácil conseguir las tablaturas en papel), e imitaba la voz de Cochran con su propia garganta, estaba haciendo un ejercicio de repetición incansable sin él saberlo, y por pura necesidad emocional. Así ocurría cada tarde, a la vuelta del instituto. Luego, a la noche, escuchaba a escondidas Radio Luxemburgo en un transistorcillo metido en la cama (la BBC por aquel entonces olía a naftalina), emisora que lanzaba los últimos éxitos de rock y pop americano. Y dale con la maza, así, con decenas de canciones, día tras día, en un periodo en el que el cuerpo y la mente lo absorben todo.
Dar cera, pulir ceraPoco tiempo después, los chicos se van a Hamburgo a tocar en un tugurio para prostitutas, marineros, rockers y jóvenes intelectuales (sí, créanme, los 'exist', existencialistas precursores de los mods, Astrid -autora del peinado bitel- es un ejemplo). Es ahí donde el monstruo de las 4 cabezas monta sus piezas, se va puliendo: tardes-noches y madrugadas interminables de
enterteinment, 8 días a la semana, dando cera al personal a base de sudor, testosterona y anfetaminas. La disciplina impuesta por el empresario que les contrata es dura: pero todo se salva por la pasión. Cuando el monstruo se enfrenta al estudio de grabación un par de años después, la máquina está engrasada y rueda como un camión. Los chicos se lo han currado.
Tienes talentoY claro, aquí llega el talento. Me dirán: sí, pero el monstruo llegó cojo a Abbey Road; el batería (Pete Best entonces) no daba la talla, no era lo suficientemente 'estable', -
steady, que dicen los ingleses-, se nos iba de ritmo. Vale sí, el pobre Pete no era tan
best y tuvo que retirarse a las catacumbas del olvido: no tenía el talento suficiente para aguantar la base rítmica de un grupo con cierto nivel. Y es que si una pasión no va seguida del talento para desarrollarse a un alto nivel... apaga y vámonos, porque la lamparita de la frustración se enciende y uno se pone triste. En ese sentido, ni Lennon ni sir Paul podían tener queja (vale, no me olvido de Harrison ni Ringo, pero es que el caso de la pareja
hit es
excepcionalmente excepcional). Ambos venían de familias 'musicales' -a nivel aficionado, pero con talento musical-. Ambos tenían un poderoso sentido del ritmo y una afinación exquisita natural. Cuenta Pete Shotton, amigo del alma de Lennon en el cole, que éste era capaz de cantar las coplillas de la época sobre la bici a toda tralla, manteniendo perfectamente el ritmo, la fuerza y la afinación con una facilidad pasmosa.
[- Entonces, doctor... ¿Se nace... o uno se hace?- Soy de la opinión optimista de que todo, absolutamente todo se puede aprender. No se frustren, mientras uno no pretenda ser en principio Glenn Gould, Antonio López o María Callas, todo irá bien: expresarse con las manos, los pies o la voz es posible para todos... sólo tienes creeer, creeer (¡vé hacia la luz!¡hacia la luz!). Bromas aparte, creo en el tópico 'todo se aprende'. Ojalá en este país denominado Epaña se enseñara a cantar en los colegios, o se diera un mínimo digno de educación musical más allá de la insoportable flauta de palo. Veríamos otro horizonte.]Stand up for your pasión!Qué fortuna es vivir una pasión enriquecedora (aunque el rock no fuera considerado una enriquecedora forma de expresión cuando Lennon lo escuchaba a escondidas). Cuánto sufro cuando veo a todos esos chavales en los conservatorios aprendiendo su instrumento como quien se come una fría merluza rebozada de colegio y encima sin yogur de limón para empujar. Qué tristeza me da cuando el famoso 'play an instrument' ('jugar un instrumento' en inglés, en castellano el menos divertido 'tocar un instrumento') se convierte en 'sufrir' un instrumento. La música ha de ser divertida, emocionante, excitante... lástima que muchos papis y tutores estén empeñados en encontrar el nuevo mozart en su hijo:
hey teachers, leave the kids alone!Venga, ya terminoCierto, la pasión -al fin, la vocación- es una fortuna que, desgraciadamente, no está al alcance de todos. Encontrar la propia puede ser tanto un camino sencillo como un complicado laberinto. Ah, ¡no desesperen! A la vuelta de la esquina pueden encontrar ese momento apasionante que les 'motorice'. Y si no, no se me depriman, no passsa nada: siempre nos quedará el feisbuk para observar la vida de los otros. O piensen simplemente en el pequeño Sungha Jung (ver más abajo) y la de horas de obladí que se ha comido obligado por su sargento papi. ¡Resiste Sungha!