¡¡Pujen, pujen!!
¿Quién da más?
PARA NADIE
Escuché ‘For no one’ diez veces seguidas. A la undécima me armé de valor y, conteniendo la respiración, escribí el correo. Le dije todo lo que pensaba y quería: le declaré mi amor eterno en primera persona. Después traduje la letra de ‘For no one’ -para nadie- al castellano y se la dediqué –para ti- junto a la propia canción en formato mp3. En total 4,3 megas de cursi declaración de amor adolescente. El email es la herramienta de los cobardes, pero qué le vamos a hacer. Pulsé enviar.
Por la noche recibí la respuesta. Ocupaba 4 miserables ‘kas’. Esperanzado, abrí el mensaje. ‘Déjame en paz, no te quiero. R.’
Nunca imaginé que 4 ‘kas’ pudieran producir tanto dolor. Me acosté apretando los dientes. Me prometí no llorar, pero al fin lo hice. Fue mejor así.
Pasaron los años y aquel primer amor quedó lejos, arrumbado por el paso del tiempo. La vida siguió su curso, nada fuera de lo normal.
Esta mañana, mientras leía el periódico, mi hijo mayor –siete años- se ha puesto a cotillear los vinilos que tengo en el estudio. Le vuelven loco los colores e imágenes de las portadas y las contraportadas, mirar las carpetas, los álbumes dobles... Esta vez le ha tocado el turno al Revolver de los Beatles. Repasando la contra me ha preguntado distraído: papá, ¿qué significa ‘for no one’?
Para nadie, significa para nadie, he respondido. Él se ha encogido de hombros y ha seguido a lo suyo.
Por la tarde he vuelto a escuchar la canción. Me ha generado una especie de nostalgia difícil de explicar, la nostalgia de un lugar donde nunca estuve. Tentado de introducir el nombre de mi primer amor en el buscador de Facebook, finalmente he desistido. Quizá sea mejor así.
F-I-NConocemos a Pierre Menard por el famoso relato de Borges. La hazaña de Menard -escritor simbolista francés del XIX- consistió en escribir el Quijote, palabra por palabra, sin el modelo original delante sino a través de la experiencia metafísica de ponerse en el lugar y en la época de Cervantes. Lo que no nos cuenta Borges, probablemente por desconocimiento, es que Menard fracasó en el intentó de regrabar el Sargent Peppers pista por pista. El dato salió a la luz recientemente.
Gracias al trabajo de un grupo de investigadores de la universidad de Lille, sabemos que Menard escondía en el sótano de su casa un melotrón, varias guitarras y bajos eléctricos, un combo de batería, un órgano Hammond B3, una sección de metales y varios componentes de la filarmónica de Lyon secuestrados, junto a un cuatro pistas rudimentario pero útil. Al igual que había retrocedido hasta el siglo XVII para ponerse en el contexto de Cervantes, nuestro pionero tuvo que avanzar mentalmente casi un siglo para emprender su obra musical más ambiciosa: el Sargent Peppers Lonely Hearts Club Band. El reto era ambicioso, difícil, transgresor, pues suponía un salto estético, social y musical de gigante. No fue esto un problema para Menard, un tipo avezado, chovinista y lleno de amor propio. El problema con el que se topó fue distinto. Aquejado de un problema cardiovascular, Menard dejó este mundo durante la grabación del clímax de ‘A day in a life’, canción que él consideraba su obra cumbre. Un soplo en el corazón, probablemente producido mientras escuchaba las tomas finales, fue el culpable. La interminable escala ascendente se lo llevó un 7 de junio de 1883.
Los investigadores guardan con celo el diario de grabación donde se detallan todas estas revelaciones. Los apuntes sobre las sesiones aún no han sido publicados.
F-I-NEnvió un sms a todos su amigos: 'Los Beatles son Dios'. Y abrió un blog para proclamar la buena nueva. No tardó en congregar a miles de fieles. A través de la red se daban cita en su famoso blog, losbeatlesondios.com. Eran muy populares sus certámenes anuales de gritos en el Shea Stadium, sus peregrinajes al paso de cebra de Abbey Road –no sin crear ciertos problemas de tráfico-, o su himno, el tantas veces coreado lalala final del Hey Jude. Su imagen variaba dependiendo de la época: desde flequillos rectilíneos a barbas ermitañas, de trajes entallados a ropas sueltas de gusto oriental. Su actitud oscilaba entre la histeria colectiva y el recogimiento silencioso con cuidado de no dañar el karma.
La secta no estaba catalogada como peligrosa. No se conocían casos de pederastia.
Su líder mantuvo el blog durante años, escuchando las canciones de Dios cada día. No admitía donaciones, era informático. Murió tristemente en 2009 y sus cenizas fueron esparcidas sobre el río Mersey a su paso por Liverpool.
F-I-N
...
(Qué, cómo lo ven. Seamos sinceros: las 175 palabras del relato no están nada mal. Reconozcan que tiene humor ácido que no lisérgico -el anterior sí era más lisérgico, por cierto-. Quizá algún creyente se haya sentido ofendido, no lo sé. Les tengo que decir que el relato generó comentarios del tipo: 'Claro, los Beatles son los dioses que crearon el pop tal como se entiende hoy'.
Muy bien, claro que sí. Pero es que además... son Dios!
Pues nada, éste es mi fracaso II, gracias por su atención y manténganse al acecho. Mañana les prometo un relato de casi 300 palabras justitas. Ahí es nada.)
Cuando Gregorio Samsa despertó de su sueño, se vio convertido en un Beatle. Ahí estaba él, delante del espejo, con su flequillo, su traje impecable, sus botines elegantes, y hasta una Rickenbacker negra que colgaba de sus hombros.
Miró hacia la ventana. El día era gris, tristón. Ya me volví a pasar con el ácido, pensó. Se quitó la Rickenbacker de encima, la guardó en el estuche apoyado en la pared y se despeinó. Decidió acostarse de nuevo.
Cuando despertó, los discos de los Beatles aún estaban ahí. Suspiró. Todo había pasado. Se duchó, se afeitó, se vistió, tomó su maletín y salió a la calle. Good day sunshine, murmuró al sol. Y se alejó silbando camino del ministerio.
F-I-N
(Entre nosotros, éste no está nada mal. Eso me ha dicho mi abuela y seguro que Millás también me lo diría. Mañana les traigo más miga. La cosa promete, vamos, que los relatos tendrán más palabras. Ya verán, verán...)